

Como en mi primera casa tenían un club de Agility, mi nueva familia decidió que era muy bueno que hiciera algún tipo de deporte. Contactaron con el Club de Agility Boadilla y, a los ocho meses, pude empezar mi formación. Desde febrero hasta septiembre recibí las clases con Belén de guía y Javier Álvarez como monitor. Mi única compañera de clase, Fiona, se convirtió en mi mejor amiga. Ella dominaba en los juegos y yo no la dejaba beber agua en los ratos libres. En octubre, pasé a manos de Carlos, ya que a él le obedecía más.